Crisis social y digitalización
Guillermo Yañez Decano Facultad de Economía y Negocios, Universidad Santo Tomás
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Guillermo Yañez
La crisis social que vive el país conlleva demandas sociales muy relevantes y ha significado también una paralización importante en todo el comercio y los servicios con mayor impacto. Ni hablar de la población rural que solía viajar a las ciudades para sus compras y que ahora ese sector ha debido abastecerse localmente con dificultad. Aún es difícil cuantificar el efecto en la economía, pero esto también afecta el bienestar de los hogares. El comercio ha intentado volver a la “normalidad” pero siempre con horarios menores a los que acostumbrábamos y con dificultades en la cadena de abastecimiento. Hasta ahora el sistema de pagos ha estado garantizado y ahí el Banco Central juega un rol fundamental, pero sabemos que también es vulnerable.
Me pregunto si es que vamos a retornar al estado de “normalidad” anterior o llegaremos a otro estado de funcionamiento donde los horarios de atención a público más restringidos pasen a ser la norma y donde la actual tendencia a la digitalización total se acelerará significativamente. Esta vez, no sólo por razones de eficiencia, sino que también por razones de asegurar la cadena de distribución y garantizar continuidad de la actividad económica. Paradójicamente, la digitalización puede aportar en la “normalización” de la economía y en especial en el último eslabón de la cadena productiva que es el contacto con los hogares.
Los servicios financieros y no financieros también deben considerar la atención presencial a clientes como una instancia diferente a lo que son los servicios que se ofrecen en el canal digital. Tal vez ya no necesitaremos volver donde nuestro proveedor de servicios como lo hacíamos hasta hace poco. La digitalización debiera aportar a esa “normalización” de estos sectores a los que, si le agregamos la producción de bienes agropecuarios-silvícolas y pesca, además de los servicios, dan cuenta de 1 de cada 3 pesos que genera la economía.
Por ello, la digitalización requiere un nuevo impulso como prioridad-país. Debemos ver un cambio importante en la composición del PIB, en el que comunicaciones e informática debieran pasar del 2,3% a una proporción mayor, para asegurar la conectividad a nivel nacional incluyendo zonas rurales y aisladas. Aún tenemos 1.495 localidades sin ningún tipo de acceso, lo que merma la posibilidad de universalizar el comercio y servicios digitales. Asimismo, se debe enviar urgente un paquete de incentivos a la aplicación de la Ley 20.950 sobre medios de pago electrónicos para darle operatividad y así asegurar la inclusión financiera a un sector de la población que no tiene acceso.
Necesitamos que todas las personas puedan participar y aún tenemos carencias en alfabetización digital especialmente en tercera edad y personas con capacidades especiales. Las instituciones educacionales tenemos un rol fundamental en este aspecto, ya que una transformación digital acelerada requiere capacitar y educar estos sectores vulnerables y sin mencionar la necesidad de reconversión laboral que impone este cambio acelerado.
Después de cada crisis, el aparato productivo de la economía suele cambiar. La digitalización será sin lugar a duda un facilitador en este aspecto donde el emprendimiento e innovación podrán mitigar las discontinuidades en el comercio y los servicios. Es evidente que éste es solo uno de los múltiples cambios que tendremos a medida que vayamos construyendo un país con mayor bienestar para todos los hogares, sin excepción.